Plaza Trouville
La ciudad de Montevideo tiene el privilegio de ser una de las pocas capitales del mundo que se puede recorrer, en toda su extensión, de un extremo a otro de su litoral costero, siempre mirando el mar. Bautizada en la segunda mitad del siglo pasado como la tacita de plata por su belleza, la capital uruguaya se recuesta por el Sur al Río de la Plata sobre una rambla costanera de más de 20 kilómetros de largo, que constituye un paseo casi obligado para quienes la visitan.
Desde el Puerto de Montevideo al arroyo Carrasco, que conforman de Oeste a Este los límites de este mirador marítimo, se puede disfrutar de un paisaje cambiante, en el que se alternan el verde del Parque Rodó y el Club de Golf de Punta Carretas, con modernos edificios y un cinturón de playas Ramírez, Pocitos, Buceo, Malvín, Playa Honda, La Mulata, Carrasco y Miramar, separadas por puntas rocosas, en las que se desarrolla la pesca artesanal y deportiva. Las mencionadas playas son de arenas blancas y aguas marinas cuya salinidad varía en función de las corrientes en su inmensa mayoría con escasos niveles de contaminación (aptas para baños) y por su llanura y poco oleaje ideales para niños y personas de la tercera edad.
Fuente UruguayVisión